El aprendizaje del amor

Es esencial para las personas, sobre todo para su educación emocional sentirse merecedores de amor y sentirnos queridos es una de las necesidades básicas que debemos tener cubiertas y satisfechas desde pequeños.

Esto es importante para que nuestras primeras experiencias marcarán nuestro desarrollo emocional. Esto hará que nos podemos estimar a nosotros mismos a todos los niveles y también de manera incondicional.

El amor no debería estar sujeto a si nos llevamos bien, si aprobamos las asignaturas, en nuestro comportamiento, nuestras palabras, si ganamos o perdemos una medalla…

Por lo tanto es importante desligar el amor de estos “condicionantes” que hacen y provocan que nos sentimos queridos según lo que hacemos y lo que conseguimos, sobre todo materialmente hablando. Con lo que estamos enseñando desde la superficialidad que a la larga puede llevar a un vacío existencial

El amor no es un “cromo” intercambiable o un “cupón de la lotería”, el amor se da, simplemente…

Si todo el día estamos intercambiando el comportamiento de nuestro hijo por “fichas”, “cosas” y “recompensas” estamos enseñándole a tener un tipo de dependencia.

“Las semillas duermen en el secreto de la tierra hasta que una de ellas se le ocurre la fantasía de despertar”

(El Principito, Antonie de Saint Exupéry)


Al transmitir la “creencia” a un niño que la amaremos más si hace las cosas “bien”, al final entenderá que su “valor” reside sólo en sus “éxitos”.
Esta creencia lleva al “chantaje emocional”, una herramienta que ellos también aprenderán a utilizar y que hará que desarrolle parte de su inteligencia emocional de manera “amputada” y “insana”.
El ser humano necesita sentirse completo, y todos somos merecedores de amor por quien somos no por nuestros éxitos ni por qué hacemos y / o conseguimos a nivel laboral o académicamente hablando, o al menos no sólo desde esta “cara” nuestra.
Incluso cuando peor se lleva un niño, más “afecto” necesita. Cuando un niño “está bien” se comporta bien. Cuando un “niño” no está bien se comporta según este sentimiento.
En la parte sur del continente africano existe una tribu llamada Babemba. Ellos creen que cada ser humano viene al mundo siendo bueno, que cada uno de nosotros sólo guarda en su interior el deseo de seguridad, amor, paz y felicidad. Este es un camino y mientras los transitamos y buscamos la paz, la seguridad, el amor… cometemos errores.

Cuando esto sucede y una persona actúa de manera irresponsable o injusta, se coloca en el centro del pueblo en un círculo, sin que nadie le obligue. Cada persona del círculo habla sobre la persona que se encuentra en el centro de la misma recitando lo bueno que ha hecho hasta ese momento, con todo lujo de detalles. Esto lo hacen para recordarle sus fortalezas, sus habilidades y todo lo que hay de constructivo en él.
Aquí “apartamos”, “marcamos” y olvidemos “lo bueno” que tiene esa persona y que ha hecho hasta ese momento … olvidemos y le hacemos olvidar que es capaz de hacer las cosas de otro modo.

Y crecemos con unas “heridas emocionales” fruto de este intercambio, de esta moneda de cambio que nos hacen creer que es el amor.
Por ello el equilibrio emocional de muchos adultos es “vulnerable” y genera dificultades en cualquier etapa de la vida. El “juicio” sobre la conducta de los demás y si ésta es merecedora de nuestra atención lleva a hacernos sentir solo “deseables” cuando hacemos lo que “se espera” que hacemos. Y si esto lo hacemos constantemente con los demás imagináis qué hacemos con nosotros mismos…
Por ello:

  1. Es importante ser conscientes de “como” queremos y cómo nos “amamos” a nosotros mismos. Como nos reconocemos, desde donde nos sentimos, cómo nos sentimos con nuestras relaciones…
  2. No “pagar” el comportamiento de nuestros hijos con regalos y atención sólo cuando se lleva “deseablemente”. Ya que el mal comportamiento nos está diciendo algo. Debemos tender al equilibrio (se acercan días de “regalos” y no nos podemos permitir el lujo de “sobreregalar” o pasarnos el día “amenza que los reyes no llevarán nada o carbón !!!, esto simplemente no funciona como herramienta pedagógica, sino como medida coercitiva que en la mayoría de los casos ni se cumple y sólo queda como una amenaza tras otra.
  3. Ayudar a reflexionar con nuestros hijos sobre este “valor”, “concepto”…
  4. Enseñar a responsabilizarse de sus acciones, pensarse y sentirse haciendo otras más constructivess y funcionales. Como se sentiría, como se ha sentido haciéndolo mejor o de otra manera.
  5. Generar soluciones y alternativas a su comportamiento, sobre todo aquellos que le generan conflictos. Y también sobre cómo se siente cuando hace cosas que lo hacen sentir bien. Reforzando esta parte empoderadora que todos tenemos y reforzando las conductas que le ayudan a ser mejor, resaltándolas, diciéndole “me ha gustado como has resuelto este conflicto”, “me ha gustado como has hecho esto o lo otro “,” te has fijado en cómo lo has hecho?

En definitiva ayudar a desarrollar la conciencia emocional, identificar, poner nombre y gestionar nuestra salud emocional para convertirse en adultos que saben amar, respetar, cuidar de sí mismos y de los otros con libertad, confianza y respeto.

El aprendizaje del amor

Elisabeth Rusiñol Mirapeix
Psicóloga Sanitaria Colegiada 19049
Tel. 636 367 921
eli.rusinol.psicologa@gmail.com