¿Qué idioma hablamos?
Me hago escuchar?
El objetivo del presente artículo, es, por una parte, «conectar» con nuestra necesidad casi innata de hacernos entender, de que nos entiendan y nosotros entender a los demás. Y como es que a pesar de ello no nos acabamos de entender, por ejemplo y sobre todo con los que más nos importan?
Por otra parte queremos dar unas pautas que nos pueden ayudar a cambiar situaciones en las que caemos una y otra vez.
Lo más importante y para empezar es tomar conciencia de «cómo nos comunicamos con los demás y qué hacemos nosotros para con ellos» y la segunda comenzó practicando con frases y actitudes sencillas y efectivas.
Esto nos puede ayudar a comunicarnos mejor con nuestros hijos, los que necesitan y buscan «modelos» a los que «copiar». Y claro está que también copiar estilos comunicativos, modos de hacer y de interactuar.
Esta comunicación más efectiva nos puede aportar a todos, y también a nuestros hijos más capacidad de reflexión, entendida, negociación así como ampliar su inteligencia emocional e interpersonal.
Dímelo y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprenderé
Lo primero que tenemos que hacer es observar cómo es nuestra comunicación.
Como me dirijo a los demás? Como le hablo a mi hijo / a? A quien me rodea? Qué y cómo lo digo?
Tengo un estilo comunicativo firme o por el contrario parece que «pido permiso». Utilizo frecuentemente frases del tipo «puedo hacer esto, ¿qué tal si hacemos lo otro …», «cuando puedas hazte la cama».
Esto traducido en casa con nuestros hijos podría dejar en duda nuestra autoridad en cuestiones como son los hábitos, las normas básicas y los límites que toda «hogar» debe tener claras.
También podría hacer confundir a nuestros hijos los que podrían llegar a cruce que tienen más poder del que realmente están preparados para gestionar, sobre todo a edades tempranas.
En cuanto a la parte más paraverbal de la comunicación está nuestro tono .. Como es éste? Es expeditivo? Muy punitivo? Desde este tono obtendremos niños «sumisos» o que actuarán desde la coacción pero no desde la proacción y por tanto no se harán suya la dinámica familiar, ya que toda viene impuesta y no es «nunca» negociada. Para que un hijo se involucre con el «proyecto familiar» con su familia se debe sentir que forma parte y esto pasa en dirigirse a ellos con total respeto y como una persona que se está desarrollando y forma parte de un equipo, «nuestra familia».
Es por ello que la negociación, los pactos, la reflexión y la responsabilización hacen que nuestros hijos se involucren en este, su proyecto también, que es su familia y aprendan a interiorizarla también con respecto a las normas, pactos y entendidas que se ha llegado en el seno de la misma.
¿Qué alternativa tienes para el NOS?
Cuando se prohíbe una acción, por ejemplo «la pared no se pinta», se debería dar una alternativa, siempre que se pueda, a esta acción. Darle un espacio donde sí puede pintar «pinta aquí, en la hoja», o «tienes este trozo de pared donde puedes pintar, ves es como una pizarra, AUI sí puedes».
Los actos llevan asociadas unas consecuencias, proporcionales con la acción. Si ha pintado la pared de casa, sin enfadarnos, se le puede dar un paño para que lo limpie, por ejemplo…
¿Qué se espera de mí?
Es muy importante saber que se espera de nosotros, y esto es desde que somos pequeños. Puede ser muy útil comunicarnos desde de las acciones que vemos, describiendo las acciones que hacen los demás. Por ejemplo le podemos decir a nuestro hijo «he visto que has roto el jersey» en caso de que lo haya hecho. En este caso estaríamos describiendo la acción que ha hecho. Pero no diríamos «Eres un leñador peruqè has roto el jersey» ya que aquí lo que estaríamos haciendo es describir la acción en términos del «ser». Inc.lús podríamos decir: «Veo que has roto el jersey, debes cuidar más de tus cosas». Dependiendo de la edad, la frecuencia de la acción y otras variables podrían utilizar otras estrategias siempre desde la óptica de la responsabilización del acto y no de la culpabilización. También serían de gran ayuda frases como «La próxima vez tienes que ir con más cuidado y no volverlo a romper».
Si no te gusta lo que hace o lo que te hace le tienes que decir. Y lo más pronto posible. Pongamos un ejemplo muy cotidiano. «María, no me gusta que dejes tu habitación tanto desordenada, me gustaría que la ordene antes de ir a la escuela, por favor» o «Javier, te tocaba tirar la basura a ti hoy, veo que no lo has hecho, me gustaría que la bajaras antes no pase el camión, gracias «.
El refuerzo positivo y la congruencia
Muchas veces no se refuerzan las conductas que sí nos gustan y las que esperamos de ellos. Entendiendo que ya son normales o ya se han de saber. Y esto no es así … Nadie nace enseñado, ni sabiendo qué es y qué no es correcto en la convivencia. Hay muchas cosas que nuestros hijos hacen a lo largo del día en las que pasamos por alto. Cuando esto succeeixii se le debe decir «Me gusta lo que has hecho, o me ha gustado mucho que hayas cuidado tan bien de tu hermano hoy»
Lo que decimos que haremos no vale, lo que realmente hacemos es lo que queda! Si le dices a tu hijo «No grites» y le dices gritando, este es un mensaje contradictorio en sí mismo. Tú quieres que no llame, pero tu conducta verbal y no verbal no acompañan a tu deseo.
No hay conducta que quede más fijada y instaurada que aquella que hemos visto hacer primero en los demás.
«Los movimientos no los hacemos simplemente para movernos, cada movimiento tiene un propósito, siempre tiene una intención» (Maria Montessori)
Recuerde que nos será muy útil leer «entre líneas» pero sobre todo las líneas mismas, saber qué nos están diciendo nuestros hijos con su conducta y sobre todo preguntar, confirmar y escuchar desde una escucha activa y atenta.
Elisabeth Rusiñol Mirapeix
Psicóloga Sanitaria Colegiada 19049
Tel. 636 367 921
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